domingo, 14 de octubre de 2012

HISTORIA DE LA ARBORICULTURA URBANA CHILENA


A partir de 1471 y durante los 22 años siguientes el imperio Inca comienza a expandirse hacia el sur iniciándose la conquista de los territorios que en la actualidad conforman parte del norte y centro de Chile, cayendo toda la zona comprendida hasta la actual Región Metropolitana de Santiago bajo la influencia de ese imperio. En ese entonces la vegetación nativa conformada por bosques esclerófilos mediterráneos dominaba el paisaje del valle del Mapocho.

El 12 de Febrero de 1541 Pedro de Valdivia funda la Ciudad de Santiago del Nuevo Extremo. Luego, la ciudad funcional del siglo XVI define geográficamente lo que es hasta hoy el corazón mismo de la metrópolis y del país; se sitúa a los pies de cerro Santa Lucía entre dos límites naturales bien definidos: Río Mapocho y la Cañada, con su centro político, administrativo y social en la Plaza de Armas. Este núcleo crece ordenadamente hacia el poniente, en un esquema que satisface sus necesidades por tres siglos. El plano de Santiago del Nuevo Extremo del 1600 (ver imagen abajo, a la izquierda) muestra la ocupación del territorio y se observa en él como la palma chilena y los camélidos nativos dominaban el paisaje. La vegetación urbana correspondía a chacras que rodeaban las viviendas y la plaza de armas era un espacio abierto y sin vegetación. En la imagen de más abajo, al centro, se muestran palmas chilenas creciendo en forma natural en El Salto, sector ubicado en el límite oriente de Huechuraba con Recoleta. La fotografía es de Einar Altschwager de 1930 (Museo Histórico Nacional). En la imagen de abajo, a la derecha, en la  ilustración "Una Chingana", se muestra una ramada, donde destacan al fondo tres palmas chilenas, tomada del Atlas de la Historia Física y Política de Chile, por Claudio Gay hacia 1854.
Hacia el siglo XVIII, la Cañada se veía como un ancho cequión que pasaba frente a la Iglesia de San Francisco, dividido en dos pequeños brazos de agua que regaban algunos sauces y acacias que en 1762 mandó plantar el Gobernador de Chile, Félix de Berroeta, a lo largo de las tres calles que La Cañada recorría, con lo cual la transformó, definitivamente, en paseo. En el gobierno de Ambrosio O’Higgins La Cañada volvió a ser remodeladaLa Cañada comenzó a ser una bullada arteria de la ciudad, atestada de transeúntes, comercio, paseantes, herradores y barberos. En la segunda mitad del siglo, La Cañada se extendió hacia el poniente, donde tomaba el nombre de Cañada de Saravia, debido a las quintas de propiedad de los marqueses de la Pica Bravo de Saravia. Los primeros años del siglo XIX trajeron consigo las voces de la revolución. Tras la victoria en Maipú, el mayorazgo Bernardo O´higgins asumió en los roles de primera autoridad de la nueva República. Aprovechando la presencia de numerosos prisioneros que dejó la guerra, O’higgins ideó la nueva Alameda, que costó a los prisioneros dos años de trabajo forzoso. Las quintas entregaron a los trabajadores la sombra necesaria para soportar las largas horas de calor, por lo cual ellos las llamaron “de sus delicias”. En la foto del costado se muestra como era la Alameda en 1865.


En Santiago, además de La Cañada, existieron el Paseo del Marqués de Obando de 1745, la Alameda de San Pablo de 1775 y el Paseo del Tajamar, construido en 1792, que suplantó a La Cañada o Alameda de las Delicias como principal paseo público de la ciudad. El Tajamar, cuyo nombre deriva de los malecones y diques construidos para resistir las crecidas del río Mapocho, inicia su historia de paseo cuando el Marqués de Obando plantó el lugar con numerosos árboles; más tarde el Corregidor Zañartu construyó en el sitio una plaza de toros que fue destruida en 1783 por una de las mayores crecidas del Mapocho. El río se desbordó por calles y plazas causando enormes daños a la población y construcciones, entre las cuales estaba el Puente Nuevo, considerado una de las más hermosas obras públicas de la capital. Al igual que la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, San Felipe el Real, San Fernando, Santa Rosa de Los Andes, San Rafael de las Rozas (Illapel), Rancagua, San José de Buenavista (Curicó), Talca, San José de Floridablanca (Parral), La Serena y Santa Bárbara de la Reina de Casablanca tuvieron cañadas que también sirvieron de paseos. Esto era absolutamente natural en un país conformado principalmente por montañas.

El 9 de febrero de 1821 se fundó la villa de San Bernardo. Hacia 1850, al norte del canal Espejino se plantó un bosque que abarcaba desde el paradero 31 al 40 de lo que es hoy Gran Avenida José Miguel Carrera, ubicado específicamente entre esta arteria y la línea férrea. Este bosque  que cruzaba Llanos de Lepe, fue llamado primero “El Bosque de Espejo” porque el primer propietario de ese lugar fue Pedro Gutierrez de Espejo. En la actualidad el sector se conoce solo como “El Bosque”. La arborización urbana continuó con éxito junto con la creación de numerosos parques como la Quinta Normal (1838), Parque O'Higgins (1873),Parque Santa Lucía (1874), Parque Forestal (1910),  Parque Cerro San Cristóbal (1917) y Parque Bustamante (1934). Sin embargo, como lo atestigua el plano adjunto, hacia 1906 la ciudad de Santiago tenía una superficie menor a las 2.000 hectáreas y poco más de 300 mil habitantes. Llama  la atención la gran cantidad de áreas verdes que existía en esa época en contraposición con la baja densidad de población. Podría suponerse una estrecha relación entre la sociedad de la época con el arbolado urbano, pero como veremos más adelante esa relación no era tan fuerte como parece. En la medida que la ciudad crecía no solo era eliminada la hermosa y valiosa vegetación nativa de la región, costumbre muy arraigada en los urbanistas que en Chile encontramos, sino que también la escasa vegetación arbórea y arbustiva exótica que se establecía era confinada a las "áreas verdes" que se construían bajo la lógica de "colecciones de especies" que visitar, disponiendo las especies vegetales al estilo de lo que son los zoológicos para las especies animales.

Arriba calle Ahumada a fines del 1800
Abajo calle ejército 1860.
Como se observa en las fotografías que se muestran a continuación, a inicios del 1900 las calles de la ciudad de Santiago, como Ahumada, Estado, Carmen, se encontraban sin arbolado urbano. Entonces, los inicios del siglo XX encuentran a la ciudad de Santiago con una profunda contradicción representada en la enorme variedad de especies arbóreas y arbustivas cultivadas en áreas verdes y ausencia de árboles urbanos en sus calles y avenidas.
Carmen (1874)
En esa época los habitantes de la ciudad se refugiaban del calor en verano en las quintas y los solares o patios interiores de las casas. No se había desarrollado aún una responsabilidad pública que se hiciera responsable de arborizar las calles de la ciudad.  Dicho de otro modo: la arborización de calles (viaria) era financiada por los propios vecinos, siendo común encontrar árboles en las calles de los sectores más acomodados. Las calles de los sectores populares no estaban arborizadas.

En las fotos de más abajo y para la misma época, también es posible observar la ausencia de árboles urbanos en otras calles y lugares de Santiago. De izquierda a derecha se observa el Teatro Municipal en 1860 y al fondo el Cerro Santa Lucía, luego la calle Ahumada en 1895 donde se observa la instalación de rieles de tranvías y finalmente la calle Estado en 1930, foto tomada desde la esquina de Plaza de Armas.
Los primeros árboles urbanos utilizados en Chile de los que se tiene conocimiento no son hermosos quillayes, pataguas, peumos, bollenes, frangeles o palmas chilenas, muy por el contrario, corresponden a 20 "álamos lombardos" (Populus nigra L. var. italica (Moench.) Koehne) traídos  en 1810 desde Mendoza de Cuyo y entregados al Provincial de la Orden del Patriarca San Francisco el R.P. F. JoséJavier Guzmán. Éstos álamos fueron reproducidos profusamente y en los siguientes 30 años sus renuevos se encontraban esparcidos desde Copiapó hasta Talca. Es parte de nuestra historia la poca consideración que se ha tenido por nuestra vegetación nativa, considerando que las ciudades del norte y sur de nuestro país tienen su propia vegetación arbórea y arbustiva nativa que pudo ser incorporada como árboles urbanos, los que eran abundantes y de fácil reproducción. 

Otro aspecto interesante de destacar es que a mediados del siglo XVII, mediante la entusiasta colaboración de los vecinos, se empiezan a formar los jardines de una desértica Plaza de Armas de Santiago. Las principales familias que residían en sus alrededores ejecutaban las plantaciones e implementaron un sistema de turnos mensuales para encargarse de su conservación. Son esas mismas familias las que también velaron por la plantación de árboles en las calles circundantes e interiores, contribuyendo a incrementar el valor del sector. En la foto del costado se muestra la Plaza de Armas de Santiago en 1867.

Los proyectos de parques de inicios del 1900 permiten suponer que en Chile existía una capacidad instalada suficiente como para abastecer de árboles de distintas especies.  La creación del Parque Forestal y la arborización de los cerros San Cristóbal y Santa Lucía, la Quinta Normal, junto con la mantención de otros paseos, requerían de conocimientos sobre arboricultura, competencias y viveros que aseguraran en el tiempo la provisión de árboles necesarios. A modo de ejemplo señalar que solo para el Parque Forestal se requirieron 7.700 árboles, los que vinieron desde los viveros de don Salvador Izquierdo en la Quinta Región, palmas chilenas donadas por don Ascanio Bascuñán, dueño de la hacienda de Ocoa y 300 plátanos orientales, que fueron traídos desde Francia. Pero todos estos esfuerzos no eran suficientes para cubrir el déficit de árboles urbanos existente, los que se necesitaban de forma urgente en las distintas ciudades del país, para embellecer sus calles y avenidas. En las fotos de más abajo se muestra la Alameda frente al cerro Santa Lucía en el año 1932, la Alameda el año 1927 y la calle Estado en 1920, arterias de santiago que en esa época tenían en común la falta de árboles. Destacar que la urbanización de Santiago eliminó las acequias originadas en el Río Mapocho, determinando la muerte de todos los árboles que éstas regaban.
 
La respuesta para superar la brecha señalada, y no podía ser de otra forma, vino desde el ámbito forestal a través de la dictación de la Ley de Bosques de 1931, la que en su artículo Nº 9 contempla que los organismos con competencias forestales de esa época, proporcionaren a las Municipalidades, otras corporaciones, a particulares y a sociedades de plantaciones legalmente constituidas,:  a) semillas; b) plantas criadas en los Viveros Fiscales a precio rebajado; y c) ejecución de estudios previos y proyectos de plantación. La misma Ley de Bosques de 1931, en su art. Nº 12 señala que “por razones de higienización y hermoseamiento las Municipalidades deberán establecer plantaciones lineales y grupos arbolados dentro o colindantes con los centros urbanos. El Gobierno premiará en la forma que determine el Reglamento, a aquellas Municipalidades que hayan contribuido más eficazmente al fomento de esta clase de plantaciones”.

La Ley de Bosques de 1931 no hace otra cosa que dar cuenta de los datos que la realidad entregaba, ya que hasta esa fecha el tema del arbolado urbano era preocupación de los vecinos más adinerados, motivo por el cual los barrios populares no disponían de árboles. En consecuencia, como las municipalidades tenían a su cargo el tema de la higiene y el ornato, con los conocimientos que hasta esa fecha se tenían, se consideró importante que también incorporaran el árbol urbano como un instrumento para lograr el señalado fin. En las fotos de abajo, de izquierda a derecha, se muestra la plaza de La República en 1906 en Valdivia, la que fue plantada a fines de la década de 1860 por Carlos Anwandter, al centro la calle Los Leones con Providencia en 1920 y el Museo de Bellas Artes en 1915 aún sin vegetación en sus alrededores.
Habría que esperar aún unos años más para que el articulado de la Ley de Bosques de 1931 tuviera un efecto en la actividad forestal del país, a través de la producción de plantas  urbanas que se hiciera en los viveros fiscales. Las promociones de Ingenieros Forestales que a partir de 1957 en adelante comienzan a egresar de las distintas universidades que dictan esta noble carrera, comenzarían a hacerse cargo de la importante tarea de arborizar nuestras ciudades y pueblos, con permanentes donaciones de árboles urbanos a municipalidades y vecinos. Otro aspecto que era necesario activar fue la investigación forestal que se realiza en Chile en temas de arbolado urbano. A partir de 1931 fue posible entonces que se activaran las capacidades de las instituciones públicas con competencia forestal, lo que permitió estrechar vínculos con las autoridades y organizaciones comunitarias y vecinales, con el fin de concretar proyectos de arborización de calles, avenidas y también en áreas verdes.

La Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades, en la letra c) del artículo 25 entrega a las municipalidades "la construcción, conservación y administración de las áreas verdes de la comuna" y diversas atribuciones relacionadas con la conservación del medio ambiente y la salud de las personas, las que contextualizan las funciones ambientales de los árboles y bosques urbanos. Los árboles ubicados en las calles y áreas verdes son Bienes Nacionales de Uso Público y de esa forma han sido administrados por las municipalidades. Es evidente que la decisión de los legisladores de dejar los árboles urbanos fuera de la ley orgánica de municipalidades ha significado un debilitamiento del accionar que esas corporaciones en materia de arborización urbana y forestación urbana, no obstante, esa decisión ha sido coherente con la gestión que se ha desarrollado en el país, donde el estado privilegió, por alguna razón, financiar la construcción de unas pocas áreas verdes y se dejó en manos de la buena voluntad de los vecinos más adinerados la arborización urbana de calles y avenidas.

No han sido pocas las municipalidades que han priorizado la arborización urbana utilizando especies rústicas de rápido crecimiento y fácil reproducción, motivo por el cual en las calles de nuestras urbes predominan especies como plátano oriental (Plátanus orientalis x acerifolia) y falso acacio (Robinia pseudoacacia), entre otras especies forestales.

Si bien existían viveros capaces de producir árboles que pudieran ser utilizados en zonas urbanas, fue tan solo a partir de 1968 que, en las cercanías del Gran Santiago, fueron creados los primeros viveros privados especializados en producir árboles urbanos. Siguiendo en este proceso es preciso señalar que 1978 es el año en que por primera vez las municipalidades comenzaron  a licitar la mantención de áreas verdes que administraban, ámbito de gestión donde fue pionera la Municipalidad de Las Condes y luego, al dividirse, la siguió la Municipalidad de Vitacura. Alrededor del año 1995 algunas municipalidades comenzaron a licitar la mantención del arbolado urbano, dando de esa forma un salto  positivo enorme en el uso de técnicas y herramientas que permitieran manejar adecuadamente el arbolado urbano, comenzando una gestión del arbolado urbano público efectuada por empresas privadas que se alejaba de la gestión municipal del arbolado urbano que hasta ese momento se realizaba.

El año 1973 se crea la Corporación Nacional Forestal (CONAF) mediante una modificación de los estatutos de la Corporación de Reforestación (COREF) que había sido creada el 13 de mayo de 1970. Debido a su actividad en el ámbito de la producción de plantas, desde su creación, CONAF participó en la donación de árboles a la comunidad, las organizaciones que la conforman y especialmente a las municipalidades. Esta actividad se realizó casi en paralelo a la gestión privada del arbolado urbano público que las municipalidades comenzaban a licitar.

El año 2006 CONAF explicitó una política que diera coherencia a su accionar en el ámbito de la silvicultura urbana, trabajo que se inició a partir de la publicación del documento Una Política de Estado para la Agricultura Chilena (Pg. 61), y que luego de tres años de trabajo significó la aprobación del documento titulado "Política de Fomento del Arbolado en la Ciudad de CONAF".

Principales Programas de Arborización Urbana que dieron sustento a la creación de la Política de Fomento del Arbolado en la Ciudad de CONAF.


1.-  "Forestemos Calama: Adopta un árbol y cuídalo para siempre" que corresponde a una iniciativa de CODELCO NORTE dirigida a favorecer a las municipalidades y comunidades en general. En este proyecto CONAF actuó como ente técnico en la producción, localización y manejo de las plantas. A continuación se muestran algunos folletos del año 2002 que muestran las orientaciones técnicas entregadas para el establecimiento y manejo de los arbolitos que se regalaron en el marco de dicha iniciativa.
 
2.-  La Campaña de Arborización "Adopta un árbol y crece con el". Esta iniciativa de CONAF VI Región se basó en la experiencia de esa región en el tema arborización urbana y en la producción de plantas que se realiza en convenio con El Teniente (CODELCO). Contempla un ciclo de charlas que realizaron funcionarios de CONAF en los colegios participantes de las comunas de Rancagua y Machalí, una ceremonia de adopción de árboles a la cual están invitados los familiares de los pequeños y una masiva fiesta de fin de año que marcaría el cierre del programa en su versión 2008.


3.-  Programa de Arborización Urbana de la Región Metropolitana. Para paliar los problemas de contaminación existentes en la Región Metropolitana de Santiago, el año 1992 se procedió a dotar a CONAF Región Metropolitana de capacidades de producción de plantas, la que quedó materializada en la creación de cuatro viveros, los que en conjunto iniciaron su producción con 33 mil plantas por año. Con relación a la producción de 350.000 plantas por año que producen en conjunto los cuatro viveros mencionados por Cristian Lizana Leyton, en su artículo citado por la Revista URBANO de la Universidad del Bio Bio, destaca que solo entre el 10% y 20% se dedica a arborización urbana.  El resto de las plantas (80% a 90%) de la producción se destinaba a Venta de Plantas a Privados, bajo una modalidad que dispone CONAF denominada Proyectos de Gestión (PROGES), que son recursos que se encuentran consultados en la partida 13, en la ley de presupuestos de cada año, con la identificación de programa 02.

4.-  Plan Santiago Verde. Corresponde a una iniciativa del Gobierno Regional Metropolitano de Santiago (GORE RMS) que contempla seis líneas de trabajo (creación de plazas y parques, mejoramiento y accesibilidad de Cerros Parques, Programas de Arbolado Urbano, Parques Naturales, Reforestación de la precordillera y saneamiento de vertederos ilegales y cierre de rellenos sanitarios, más la creación de un nuevo vivero para producir 100.000 árboles por año. El Plan Santiago Verde fue incorporado el año 2007 en la Agenda 10 para el Desarrollo Regional del GORE Metropolitano y en la nueva versión del Plan Para la Descontaminación Ambiental de Santiago del año 2008. El Programa de Arborización Urbana de CONAF Región Metropolitana estaba incorporado en el Plan Santiago Verde vinculando las metas regionales del programa al trabajo de arborización con las municipalidades y de los Cerros Islas.


Comentarios finales

1.- Desde la fundación de Santiago en 1541 se privilegió la creación de jardines al interior de las casas. La arborización urbana se concentró en la creación de paseos, donde destaca La Cañada. No se arborizaron calles y avenidas, actividad que a inicios del siglo XIX fue realizada por las familias más acomodadas. Los sectores populares no tenían arbolado urbano.

2.- Con la creación de la Quinta Normal de Agricultura se sentaron las bases que permitieron impulsar proyectos de creación de áreas verdes que requerían la utilización de árboles urbanos en gran cantidad, entre los que se cuentan la forestación de los cerros San Cristóbal y Santa Lucía. No están disponibles los datos que expliquen la eliminación de las capacidades de producción de plantas que la institucionalidad pública había creado.

3.- La Ley de Bosques de 1931 sentó las bases para que las instituciones con competencia forestal se vincularan con las organizaciones de vecinos y municipalidades, todo con el propósito de avanzar en la arborización viaria y de nuevas áreas verdes. Las municipalidades impulsaron la arborización urbana utilizando especies que se reproducían por varetas (esquejes), las que lamentablemente son de hoja caduca. La obtención de material vegetativo para enraizamiento significaba podar severamente los árboles, siendo esta práctica probablemente el origen de “la poda del alcalde” o “desmoche”.

4.- Con el crecimiento de las ciudades fue notoria la falta de árboles en los barrios y comunas más pobres, lo que acentuó la demanda por árboles urbanos. Con la creación de la Corporación de Reforestación (COREF) en 1970 se fortalecieron las capacidades de los organismos con competencias  forestales en la producción de árboles, lo que impactó también en un incremento de las actividades que en el ámbito de la arboricultura urbana se realizaban en el país en el ámbito local.

5.- A fines del siglo XX los programas de arborización urbana en el país comienzan a tomar características regionales, tendencia que permite la incorporación de especies nativas propias de los ecosistemas de cada región para ser utilizados como árboles urbanos. El Plan Santiago Verde se convierte en un ícono en esta tendencia, cuya fortaleza principal es la alianza estratégica que se da entre el Gobierno Regional Metropolitano y la Corporación nacional Forestal.

6.- La iniciativa del año 2010 de entregar al Ministerio de la Vivienda y Urbanismo (MINVU) el Programa “Un Chileno, Un Árbol”, se ve frustrada por distintos motivos, entre los que se cuenta el que no existía a esa fecha una producción de árboles urbanos suficiente, lleva a que el año 2011 dicha entidad pública fuera  traspasada desde MINVU a CONAF. Por su parte CONAF ha incorporado al Programa “Un Chileno, Un Árbol” el concepto de forestación periurbana, donde se contabilizan plantaciones forestales financiadas por el DL 701 y por compromisos de compensación ambiental.

7.- Están dadas las condiciones para que en Chile se levante un Programa de Arborización Urbana gestionado por CONAF, que se preocupe de organizar programas regionales de arborización urbana, que se preocupe de las necesidades que tienen los árboles urbanos en todo su ciclo de vida, implementado junto a organizaciones vecinales, las municipalidades, el sector privado y la sociedad civil.



Nota: Dirigir aportes, comentarios y sugerencias a Santiago JM Del Pozo Donoso al correo: arbol.cl@live.cl



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